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Monumento a la Goleta Ancud de Punta Arenas

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Fuente de la imagen: Radio Polar

La Goleta Ancud fue un buque de guerra construido en Ancud en 1843 y que tuvo por misión tomar posesión sobre el estrecho de Magallanes y establecer una población permanente en la zona. La misión se concretaría el 21 de septiembre de ese mismo año con la fundación del Fuerte Bulnes a orillas del estrecho.

El buque llevaba 23 tripulantes, así como una dotación de animales y materiales para el establecimiento de una pequeña colonia de chilotes en el actual sitio de Fuerte Bulnes. No obstante, por la inhospitalidad de la zona, el fuerte sería abandonado cinco años después y motivaría el movimiento definitivo de la población a la actual ciudad de Punta Arenas en 1848. De esta forma el pueblo chilote dio origen al primer poblado chileno en tierras magallanicas (Montiel, 2007). La obra “Fuerte Bulnes” (1955), de la dramaturga chilena María Asunción Requena, narra la historia de esta migración.

Aunque el paso del tiempo ha forjado una identidad propia en el sur austral, fuertemente influenciada por la inmigración croata de fines del siglo XIX, existen estudios que muestran que los descendientes de chilotes en la zona aún mantienen ciertos rasgos culturales originarios del archipiélago de Chiloé (Alarcón y Estrada 2011).

Monumentos

En 1943, cien años después de su fundación, el fuerte Bulnes es reconstruido como parte del patrimonio histórico de la zona, siendo restaurado en sucesivas ocasiones durante los siguientes 50 años.

El año 2014 es inaugurado en Punta Arenas el Monumento a la Goleta Ancud, donde se puede observar a un grupo de colonos chilotes abriendose paso hacia su nueva colonia, antecedidos por estatuas de La Pincoya y el Millalobo, importantes figuras que gobiernan los mares en la mitología chilota. También existe una réplica de la Goleta en el Museo Regional de Ancud desde el año 2007.

Ese mismo año también se presentó un documental llamado “Los Chilotes, viajeros de la Patagonia”, narrando la historia de esta migración.

Fuerte Bulnes

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Fuente de la imagen: Wiki commons

Referencias:

Monumento al Pueblo Migrante Chilote de Coyhaique

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La Región de Aysén, como buena parte de la Patagonia chilena y argentina, recibió una importante migración de chilotes en el pasado, generalmente buscando oportunidades laborales en la industria de la madera y en las estancias ovejeras australes.

Este fenómeno se debió principalmente a la falta de oportunidades que exhibía la Isla de Chiloé desde mediados del siglo XIX, y a la información que se recibía de las nuevas compañías que se instalaban en Aysén y Magallanes y que requerían mano de obra debido a la escasa población de la zona.

Aunque la historia de los chilotes en Magallanes se encuentra más documentada, especialmente por el hito fundacional de la Goleta Ancud (1843), los isleños también tuvieron una fuerte influencia en la Región de Aysén, conocida por entonces como la Trapananda, donde fueron parte de la población fundacional (“los pioneros”) de la región, así como colaboradores en las diversas compañías madereras e industriales que se instalaron en la zona.

Posiblemente el relato más destacado que se conoce hace referencia al contingente de trabajadores que pereció en la hoy conocida como Isla de los Muertos, lugar cercano a Caleta Tortel. Fueron alrededor de 200 los chilotes que emigraron desde el puerto de Dalcahue en 1905 para trabajar en la apertura de caminos hacia la frontera con Argentina, contratados por la Compañía Explotadora del Baker. Sin embargo, la falta de provisiones y lo extremo del clima hicieron que muchos de ellos no pudieran sobrevivir. Aún existen muchos mitos sobre este hecho, incluyendo relatos de que la compañía los habría dejado morir para no pagarles sus salarios.

Desde el año 2008 existe un monumento en Coyhaique recordando a los “Pioneros Chilotes” y su influencia fundacional en la zona, mientras que la Isla de los Muertos es Monumento Histórico Nacional desde el año 2001.

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Ver en Google Maps (Monumento al Pueblo Migrante Chilote)

Ver en Google Maps (Isla de los Muertos)

Referencias

Torre Campanario del Colegio San Francisco Javier

La Torre Campanario del Colegio San Francisco Javier (1894) es una construcción ubicada en el centro de la ciudad de Puerto Montt sobre un cerro de apróximadamente dos hectareas.

Fue construida por encargo del jesuita alemán Lorenzo Wolter en 1894 como forma de contribuir a las actividades religiosas así como a otros eventos propios de la comunidad puertomonttina de aquella época. Para esta labor se encargaron a Austria cuatro campanas de distinto tamaño, las que fueron dedicadas a San José, al Sagrado Corazón, a la Inmaculada Concepción y  a San Ignacio. La primera es la de mayor tamaño y pesa más de 1.750 kilogramos.

En 1905 se le incorpora un reloj, operativo hasta el día de hoy, que era considerado una referencia para la navegación por muchos años, en una época en que este era el principal medio de transporte de la zona.

Desde el año 1997 es considerado Monumento Nacional y se puede visitar durante el Día del Patrimonio.

Ver en Google Maps

Referencia:

Fuente imagenhttp://www.chileturcopec.cl/zona/puerto-montt/monumentos/torre-campanario-del-colegio-san-francisco-javier

Cementerio de Caicaén

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El cementerio de Caicaén es una zona típica, resguardada (?) por el Consejo de Monumentos Nacionales, ubicada en el sector rural de Caicaén en la comuna de Calbuco.

La historia señala que en 1602, luego de la destrucción de la ciudad de Osorno, el grupo de indígenas huilliche que ayudó a los españoles sobrevivientes a escapar de la ciudad recibió en agradecimiento las tierras del sector de Caicaén en la isla -en ese entonces- del mismo nombre, a la vez que se les dio la categoría de indios libres no sujetos al sistema de encomienda. De esa forma se convertirían en una suerte de guardia fronteriza en los extremos del Imperio español frente a las incursiones de corsarios y a las rebeliones de tribus indígenas enemigas. Apreciados por los españoles y en parte rechazados por otros grupos huilliches, con el tiempo pasarían a ser conocidos como los indios reyunos de Calbuco, debido a su fidelidad a la corona.

Una vez asentados en el sector de Caicaén, procederían a construir una capilla para celebrar los ritos católicos y un cementerio donde enterrar a sus difuntos. Por la falta de sacerdotes en la zona la capilla sería regida por un fiscal, tradición que se mantiene hasta el día de hoy. Sin embargo, la característica más destacada del lugar es la antigua costumbre de enterrar a sus muertos en dirección al oeste. De origen huilliche, esta práctica se realizaba para que las personas mirasen hacia el ocaso del día en el ocaso de sus vidas. Caso aparte era el de los niños, quienes por haber fallecido en el amanecer de sus vidas eran enterrados con las tumbas mirando hacia el este, es decir, en la dirección por la que nace el sol.

Esta tradición se podría vincular, de alguna forma, con la antigua creencia mapuche de que las ánimas al morir eran trasladadas por distintos seres sobrenaturales a la orilla al otro lado del océano, por lo que eventualmente en este lugar podrían haber estado esperando ese viaje.

Actualmente el sitio sigue siendo usado con los mismos fines de hace cuatro siglos, aunque la capilla que acompaña al cementerio ha sido reemplazada en múltiples ocasiones y pareciera estar próxima a ser sustituida nuevamente por una construcción “moderna”. Como señal de la importancia del lugar hoy sólo existe una pequeña estatua de madera representando a un indígena, acompañada de una placa de su nombramiento como monumento nacional.

Ver en Google Maps

Referencias

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